Uso político y mercantilización de la migración venezolana (I)
Contexto y antecedentes
Fue 2017 el año en que comenzó a instalarse sostenidamente en la agenda informativa internacional el tema y la noción de Venezuela como país con inmigración masiva, propiciada, según el discurso estandarizado por la administración Trump, por el deseo de los venezolanos de no vivir “en dictadura”.
Justo antes de la irrupción en la arena propagandística de los referentes “Crisis humanitaria” y “Diáspora venezolana” (2013-2015) el fenómeno económico y mediático que aludía y singularizaba a los venezolanos en el exterior era el “raspacupos”: venezolanos que viajaban fuera del país en cantidades atípicas con sus tarjetas de crédito, para hacer efectiva la asignación estatal de “cupos” en dólares. Mediante un mecanismo de compleja arquitectura los viajeros podían disponer en sus tarjetas de un “cupo” de hasta 2.000 dólares a precio preferencial en el momento de mayor auge; una vez en el exterior procedían a cambiarlo por moneda norteamericana, que en el mercado ilegal o paralelo se cotizaba unas 200 veces por encima de su valor oficial. Las principales capitales latinoamericanas, además de las ciudades de Florida (EE. UU.) se poblaron de expendios que ofrecían a los venezolanos recibir sus “cupos”, retenerles del 12 al 25 % de su valor, y entregarles dólares en billetes legales.
Con la eliminación del mecanismo y del sistema de cambio diferencial en 2016, el país entró en un momento de depresión económica, escasez o desabastecimiento de productos, agravado por la “desaparición” del dinero circulante o cono monetario. Pronto la imagen del venezolano viajero que dilapidaba recursos, o hacía alarde de su habilidad para saltarse los controles legales, dio paso a la del ciudadano que huía del deterioro de sus condiciones de vida.
El contexto del país y de su entorno geopolítico en ese momento (2016-2017) revela un múltiple origen del descontento, y arroja luces sobre los focos de desequilibrio y de debilitamiento de los derechos ciudadanos a un entorno seguro y propicio para su desarrollo:
- Incremento del asedio internacional y de los mecanismos de bloqueo y aislamiento de Venezuela, basados en la declaratoria del país como “amenaza inusual y extraordinaria” por parte de la adminstración Obama (2015).
- Recrudecimiento de las actividades terroristas de bloqueo y destrucción de los bienes públicos, además del acoso y agresión directa contra ciudadanos y factores afines al gobierno, en una arremetida callejera y mediática conocida como “La Salida” continuación de eventos similares ocurridos en 2014.
- Destrucción sistemática de la economía nacional, mediante la manipulación especulativa y el traslado masivo de bienes (alimentos, medicinas, repuestos, combustibles, etcétera) y moneda física hacia Colombia, adonde los ciudadanos iban a comprar lo que originalmente era trasladado desde Venezuela.
La escalada de los ataques propagandísticos contra el gobierno venezolano avanzó paralela y simultáneamente con acciones más concretas en el plano diplomático y geopolítico, como la creación de una alianza de gobiernos denominada Grupo de Lima. En el punto 9 de su primer comunicado público (“Declaración de Lima”) manifiesta “Su seria preocupación por la crisis humanitaria que enfrenta el país y su condena al gobierno por no permitir el ingreso de alimentos y medicinas en apoyo al pueblo venezolano”.
En poco tiempo, el fenómeno de la migración de venezolanos al exterior recibió la calificación de “diáspora”, pero la preocupación por los dramas humanos, que no han sido pocos ni desdeñables, degeneró en más uso y abuso de su visibilización que en acciones efectivas de apoyo efectivo a los migrantes.
Imprecisiones
De entrada, no ha sido posible unificar o tan siquiera aproximar las diversas cifras de migrantes venezolanos que se suele citar. En 2019, la Agencia de Naciones Unidas para Refugiados (ACNUR) estimaba en 2.519.780 la cantidad de venezolanos que habían salido de su país y que Colombia, Estados Unidos y Perú eran los destinos más recurrentes. Para el mismo período, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) aseguraba que la cantidad de migrantes era de 4.769.498, mayoritariamente hacia Colombia, Perú y Ecuador. El margen de error entre las dos cifras es una cantidad de personas superior a la población de Barcelona (Cataluña, España).
Aunque ACNUR corrigió súbitamente la cifra, y estableció ese mismo 2019 en 5,4 millones la cifra de venezolanos refugiados y migrantes en el mundo. En los niveles puramente declarativos de políticos y adversarios del gobierno de Venezuela, se suele fijar alegremente en “más de 6 millones” el número de venezolanos que huyeron del país. Y aunque en 2017 el entonces presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, era uno de los más prominentes disparadores de cifras improbables, en julio de ese año trascendió un muy curioso estudio sobre flujo migratorio, realizado por la OIM y ampliamente difundido en la página de la cancillería colombiana. El estudio se realizó en julio de 2017 “en algunos de los más representativos pasos oficiales y no oficiales de la frontera colombo-venezolana con el fin de analizar quiénes cruzan la frontera y para qué lo hacen”.
Estas son algunas de las cifras obtenidas:
- 67 % de las personas que cruzan la frontera fueron colombianas; 33 %, venezolanas.
- 69 % de las personas que cruzaron a territorio colombiano indicaron querer regresar a su país de origen el mismo día; el 23 % señaló querer regresar en los próximos meses a su país de origen, y el 5 % manifestó su deseo de quedarse en el país. El 3 por ciento señaló querer pasar por Colombia hacia otro destino.
- 52 % manifestó cruzar para realizar compras; 14 %, por motivos de trabajo; 17 %, para visitar a la familia; 5 % por turismo, 2 % por temas educativos y el 10 % por otros motivos.
En resumen, en el año crítico de la emigración venezolana, tres cuartas partes de las personas que cruzaron en ese período de Venezuela a Colombia eran de nacionalidad colombiana, y para el momento no se detectaba en las motivaciones del cruce de la frontera nada que aludiera a restricciones o persecución política.
Con todo, el fenómeno de la migración de venezolanos sí alcanzó cotas importantes, dignas de atención y acción urgente, situación que fue objeto de distorsiones y manipulaciones hasta derivar en dos efectos indeseables de la acción internacional en el tema de migrantes y refugiados: la movilización política en busca de acciones de desconocimiento de las legítimas autoridades venezolanas, y la captación y desviación de fondos destinados al apoyo a los migrantes. Desarrollaremos estos aspectos en la próxima entrega.