Uso político y mercantilización de la migración venezolana (III)

Uso político y mercantilización de la migración venezolana (III)

El fenómeno de la migración o desplazamiento de personas desde Venezuela hacia diversos destinos ha encontrado, entre los obstáculos más complejos para su resolución o mitigación básica, la utilización propagandística del drama humano en desarrollo. Esta maniobra trasciende el ámbito puramente comunicacional, y también los límites que impone la ética de las confrontaciones políticas tradicionales. El acto de manipulación o forjamiento de cifras y el juego mediático con la imagen y los testimonios de personas migrantes dificulta, hasta hacerlas inviable, la cuantificación y la profundidad del problema.

En entrega aparte analizaremos el fenómeno u obstáculo alterno que representa la manipulación de cifras y situaciones con fines crematísticos; desde 2018 hasta la fecha han abundado denuncias de desviación de fondos destinados a problemas de población migrante, falta de información y de transparencia respecto al destino y correcto empleo de los recursos donados o asignados. Aquí nos limitaremos a explorar los casos recientes de manipulación propagandística de situaciones clave; caso específico, difusión de testimonios de migrantes venezolanos al cruzar la frontera entre México y Estados Unidos.

Presunciones y puestas en escena

El 8 de marzo de 2021, la administración Biden anunció que los venezolanos que arribaran a Estados Unidos a partir de esa fecha podrían ampararse en un Estatuto de Protección Temporal (Temporary Protected Status, TPS). Ese estatus no representa necesariamente elegibilidad para el otorgamiento de residencia o de la ciudadanía estadounidense (ver informe analítico de ARGOS, abril de 2021), pero, en términos de calidad de la relación de las y los venezolanos indocumentados con las autoridades de inmigración norteamericanas, representa una mejoría comparativa respecto al clima de confrontación y bloqueo característicos de la administración Trump. El relato no expresado, pero presente a modo de expectativa o esperanza, sugiere que si Estados Unidos tuvo ese gesto con los venezolanos que ya están en su territorio, probablemente en el futuro extenderá hacia los nuevos migrantes el mismo tratamiento.

Una de las consecuencias de ese anuncio fue el incremento del volumen de personas que aspiraban a ingresar a Estados Unidos, mayoritariamente por pasos informales. Pese a que el TPS beneficiaría solo a personas indocumentadas de Venezuela que estuvieran en Estados Unidos antes de marzo 8 de 2021, el uso propagandístico del caso destacó detalles que son en el fondo, una invitación abierta a aumentar el desplazamiento. Por ejemplo, se ha hecho énfasis en el hecho de que el TPS otorga ventajas, como por ejemplo la posibilidad de trabajar en territorio de Estados Unidos; también en el dato de que, aparte de los venezolanos, solo los ciudadanos de Honduras y El Salvador disfrutaban de ese estatus. Igualmente muestran de manera errónea que los cruces ilegales no son complicados de transitar, como que al otro lado de la frontera el recibimiento a los migrantes irregulares por parte de las autoridades migratorias es muy bueno.

A esa convocatoria o anuncio siguió un evidente esfuerzo por utilizar con fines propagandísticos el cruce de la frontera por parte de venezolanos y venezolanas, obviando, de cara al público ávido de información, datos cruciales y necesarios, como por ejemplo el hecho de que el cruce de venezolanos es actualmente libre, permitido e incluso estimulado. También se obvia el hecho de que, entre 2014 y 2019, las víctimas mortales que cobraron los intentos de cruce de latinoamericanos por el Río Bravo (frontera entre Texas, Estados Unidos, y Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila (México) ascendía en ese último año a más de 2.400. En este punto del proceso, el auxilio y atención a los migrantes dejó de ser una maniobra mortal y pasó a transformarse en un evento en el que la puesta en escena adquirió más importancia que la profundidad del problema en su conjunto.

El despliegue de fotografías y videos, en el que un paso permitido y controlado fue mostrado al mundo como una proeza, protagonizada por personas que repetían un parlamento con alto contenido político, en el que no faltaba el factor clasista y los llamados a no permitir que “el socialismo” ganara espacios en ningún otro país de Latinoamérica. Varios testimoniantes declararon pertenecer a “la clase media alta”, y se lamentaban de que los venezolanos pobres no pudieran disfrutar de la nueva y ventajosa situación.

Este tipo de materiales audiovisuales, que de ser honestamente informativos hablarían de un alivio sustancial de la situación de los migrantes en un caso específico, ha fomentado, por el contrario, la confrontación y las sospechas, debido a la evidente intención publicitaria y anti gobierno venezolano. La forja de elementos dramáticos, con participación de personas y actores políticos visibles y plenamente identificados, en lugar de movilizar voluntades hacia el fin deseado (la ayuda efectiva a migrantes en real condición de peligro, vulnerabilidad y desamparo), deja lugar a dudas razonables.

El riesgo es que, si se continúa manipulando y propagando este tipo de piezas de video, ya el público tendrá pocos elementos para distinguir el drama migratorio real de la simple puestas en escena.

Este 17 de junio se celebrará en Canadá la Conferencia Internacional de Donantes en solidaridad con los refugiados y migrantes venezolanos. Esta actividad se realizará con la participación del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), entidades integrantes de la Plataforma Regional de Coordinación Interinstitucional para los Refugiados y Migrantes de Venezuela (R4V), con sede en Colombia.

En vista del enrarecimiento del clima anti gobierno venezolano, y el forjamiento de la matriz “anti-socialismo”, asociada inseparablemente a la tendencia, factor o corriente política que gobierna Venezuela, han terminado por rozar, por oposición y reacción automática, el prestigio de los entes convocantes, o al menos por arrojar dudas sobre su eficacia para fiscalizar el destino de sus esfuerzos.

En la página que anuncia el evento de Canadá se muestra como “una oportunidad para destacar los importantes esfuerzos realizados hasta la fecha por los países de acogida y la comunidad internacional y para movilizar recursos adicionales que tanto se necesitan”. Este último punto ya es objeto de controversia. La profusión e intensidad de las campañas de ataque y contraataque ha puesto la mira en los recientes casos de corrupción alrededor de los problemas de migración, enlazados, vía manejo político, con la agenda mediática “ayuda humanitaria”.

La poca eficacia de los mecanismos de contraloría y fiscalización de los recursos por estos conceptos, unida a la imposición de un sistema de jerarquías en el que la destrucción de gobiernos tiene prioridad sobre los dramas humanos reales, enturbian los procesos de ayuda efectiva y tienden a erosionar la imagen de entidades dispuestas a proporcionar recursos y apoyo, pero en algún momento pierden el control sobre esos efectos.

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